El poder terapéutico de los perros ha sido reconocido durante mucho tiempo, y su papel como compañeros emocionales y facilitadores de terapias asistidas es innegable. Sin embargo, a menudo surgen dudas sobre cómo seleccionar el perro adecuado para este tipo de trabajo. ¿Deben pertenecer a una raza específica o podría ser un perro adoptado? ¿Cuál es el proceso de evaluación y certificación?

Históricamente, el Labrador Retriever ha sido la imagen icónica del perro de terapia, especialmente debido a su uso como perro guía en organizaciones como la ONCE. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que el comportamiento del perro no está determinado principalmente por su raza. De hecho, solo alrededor del 9% del comportamiento se hereda genéticamente, mientras que el entorno en el que vive y el tipo de entrenamiento que recibe tienen un impacto mucho mayor en su desarrollo individual. Por lo tanto, es más relevante evaluar las características y la personalidad del perro en lugar de enfocarse únicamente en su raza.

Una pregunta común es si tu propio perro podría ser un perro de apoyo emocional. La respuesta es sí, y se ha demostrado científicamente que las interacciones con nuestro propio perro tienen beneficios aún mayores que las interacciones con perros desconocidos. Los perros de apoyo emocional personal pueden brindar consuelo, aliviar el estrés y mejorar el bienestar emocional de sus dueños. Sin embargo, es importante destacar que la acreditación para que un perro sea considerado un perro de apoyo emocional debe ser emitida por un médico cualificado, quien evaluará la idoneidad del perro para esta función.

La elección de los perros como compañeros en terapias asistidas se debe a su asombrosa capacidad de adaptación y conexión con los seres humanos. Aunque existen terapias asistidas con otras especies animales, como caballos, los perros son particularmente adecuados para una variedad de intervenciones debido a su naturaleza amigable, su empatía y su capacidad de leer y responder a las emociones humanas.

Entonces, ¿cómo se evalúa un perro para ser considerado un perro de terapia? El proceso de selección es crucial y debe ser realizado cuidadosamente. Aunque existen algunos tests disponibles, como el "test de Campbell", que pretende preseleccionar a los candidatos para este trabajo, no hay uno definitivo ni oficial. Lo más recomendable es conocer y observar al perro en cuestión para evaluar sus características clave:

1. Interacción con personas: un perro de terapia debe sentirse cómodo y disfrutar interactuando con personas, mostrando afecto y empatía hacia ellos.
2. Relación con otros perros: un buen perro de terapia debe llevarse bien con otros perros y mostrar un comportamiento equilibrado en entornos sociales.
3. Estado físico: un perro en buena forma física es esencial para realizar las tareas requeridas en las terapias asistidas.
4. Capacidad de concentración: la capacidad de concentrarse y seguir instrucciones es fundamental para que el perro pueda realizar las tareas necesarias durante las intervenciones.
5. Adiestrabilidad: un perro que responda bien al adiestramiento y aprenda nuevos comandos con facilidad tendrá más éxito en su papel de perro de terapia.
6. Gestión del estrés: las terapias asistidas pueden ser situaciones estresantes para el perro, por lo que es esencial que pueda manejar el estrés de manera adecuada.

Una vez que se ha preseleccionado un perro candidato, es esencial entrenarlo previamente para la evaluación. El adiestramiento adecuado es fundamental para el éxito del perro en su papel de compañero terapéutico. Algunas pautas para el entrenamiento incluyen:

1. Adiestramiento en comandos verbales y gestuales: un perro debe entender y responder tanto a comandos verbales como a gestos para permitir una comunicación efectiva con diferentes usuarios.
2. Habituación a elementos comunes en terapias asistidas: Ee perro debe acostumbrarse a la presencia de sillas de ruedas, muletas, andadores u otros elementos frecuentes en los entornos terapéuticos.
3. Propiocepción y equilibrio: el perro debe desarrollar una buena propiocepción para moverse de manera ágil y cómoda en espacios reducidos.
4. Socialización con personas desconocidas: el perro debe sentirse cómodo con el contacto físico y las caricias de personas desconocidas.

Una vez que el perro ha sido entrenado adecuadamente, es importante certificar y evaluar su aptitud para el trabajo de terapia. En España, fuera de la Comunidad Valenciana, no existen organismos específicos dedicados a la certificación de perros de terapia. Por lo tanto, si deseas trabajar con tu perro en terapias asistidas, la mejor opción es acreditarte personalmente como técnico en terapias asistidas con animales. Si tu perro es apto para este tipo de trabajo, siempre debes asegurarte de que los límites, ejercicios y tiempos de trabajo se ajusten en beneficio del bienestar físico y mental del perro.

Como vemos, la elección de un perro de terapia no se limita a una raza específica. Es más importante evaluar el comportamiento, la personalidad y el entrenamiento del individuo en cuestión. Los perros son excelentes compañeros terapéuticos debido a su adaptabilidad y empatía natural hacia los seres humanos. Si estás considerando convertir a tu propio perro en un perro de apoyo emocional o en un perro de terapia, asegúrate de seguir los pasos adecuados de evaluación y entrenamiento, y siempre prioriza el bienestar de tu fiel amigo en cualquier intervención terapéutica.

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